El año pasado pudimos evidenciar cómo la demanda de la energía disminuyó debido a la recesión de actividades ocasionas por la pandemia, esto ocasionó según la organización internacional Global Footprint Network, que la huella ecológica se redujera en un 9,3 % en comparación con el mismo período del 2019.
Sin embargo, para este 2021 se espera que la reactivación industrial y económica sea mayor, lo que ocasionará que las emisiones de carbono vuelvan a aumentar. Por esta razón, es necesario que las industrias y organizaciones implementen y promuevan mecanismos que impulsen el desarrollo de la transición energética hacia un mundo más eléctrico y digitalizado, en donde sea posible contar con un mayor índice de eficiencia y por supuesto en sostenibilidad.
Un reto que es bien importante para la industria eléctrica ya que es uno de los sectores que debe impulsar la llegada del nuevo paradigma energético a través de sistemas conectados en todos los niveles de la red. Alcanzar los objetivos de la agenda climática e incorporar la sostenibilidad en todos los aspectos del negocio es actualmente una responsabilidad que deben asumir todas las compañías eléctricas y de igual manera todas las industrias.
La transición energética es un tema de viabilidad del negocio, como también un compromiso con los objetivos internacionales para frenar el calentamiento global. En ese sentido, la industria eléctrica ya ha dado pasos firmes para reducir las emisiones de carbono, pero es necesario seguir avanzando para ser más sostenibles y frenar el calentamiento global.
De acuerdo con Regina Magalhaes, directora de Mobility Segment para América del Sur de Schneider Electric, para alcanzar los objetivos de sostenibilidad y mantenerse competitivas, las empresas de electricidad deberán integrar las energías renovables en todos los niveles de la red, comprometerse a utilizar equipamiento moderno y actualizado que reduzca también las emisiones, y realizar la transición hacia la movilidad eléctrica en un 100%. Se estima que la demanda global de electricidad aumentará un 60% hacia 2040 y que, al mismo tiempo, el porcentaje que ocupan las fuentes renovables en la generación eléctrica se habrá triplicado.
Para todo ello, es necesario el soporte estratégico de la Administración Pública. Es momento de adoptar políticas de estímulo para el sector que impulsen y mejoren la infraestructura de recarga del vehículo eléctrico, la integración de las fuentes renovables, la generación de energía distribuida y su almacenamiento, y la automatización y monitorización de las redes de distribución de media y baja tensión.
Por tanto, como último punto y fruto de las nuevas directivas que por primera vez sitúan al consumidor en el centro, tenemos que prestar especial atención al nuevo papel que van a adoptar los usuarios. Un consumidor al cual los recursos energéticos distribuidos como, por ejemplo, paneles fotovoltaicos, vehículos eléctricos o microgrids, entre otros, pasan a otorgarle un papel activo en el mercado energético, siendo éste capaz de poder generar su propia energía, convertirse en un usuario no regulado comercializador de energía y eventualmente almacenarla o venderla.
La transición energética implica una transformación profunda del mercado energético, una transformación que arrastra de la mano una transformación tecnológica y una transformación social. Así, por tanto, hacer frente al nuevo paradigma al que nos enfrentamos exige un compromiso y un esfuerzo de todos los actores que intervienen en el proceso.