Es muy común, sobre todo en ciertas épocas del año y eventos especiales, recordar con cierta nostalgia y melancolía aquellas virtudes del niño que todos fuimos, pero que en la actualidad, con más años en nuestro haber, parecen haberse desdibujado o simplemente desaparecido sin previo aviso.
La capacidad de asombro, las ganas de jugar a toda hora, el valor de la experimentación, la franqueza para uno mismo y con los demás, son algunas de las características más preciadas de la infancia que a medida que pasa el tiempo y aumentan las responsabilidades y obligaciones, se van perdiendo y acallando.
Pareciese que el adulto, en el fragor de la frenética cotidianidad, está condenado a vivir pendiente del reloj, las fechas límites, la incomunicación dentro de la era de la hiperconectividad y el enajenamiento con los propios sentimientos y emociones.
Rescatar y lograr que perduren las cualidades positivas de nuestra niñez no es un acto meramente conceptual, sino que conlleva implícito la posibilidad de concretar una idea de negocio con éxito o de mantener una relación laboral sana y en constante expansión, ya que de estos valores surgen los pilares fundamentales para una armonía en las diferentes esferas de la vida.
Mucho se habla acerca de conservar el niño interior cuando en realidad lo verdaderamente productivo es la habilidad de mantener un canal o conexión abierta entre el niño que se fue y el adulto que se es en este momento, para lograr complementarlos y potenciarse mutuamente.
1. El asombro
Platón, el padre del idealismo, planteó que es en el asombro donde se produce la génesis de la filosofía, es decir, asombrarse es la capacidad innata de todo ser humano de maravillarse y sorprenderse por los grandes enigmas de la vida y de los pequeños hechos que conllevan consigo grandes posibilidades de despertar la creatividad y las ideas.
Los chicos son curiosos por naturaleza, su esencia es observar y descubrir, y en esta línea difusa entre realidad y fantasía van creciendo y fortaleciendo su esquema cognitivo.
Un adulto que por los horarios o la rutina pierde la capacidad de observación e imaginación es una persona destinada a vivir con lo cierto y lo predecible.
Un emprendedor debe gran parte de su éxito a animarse a lo desconocido, a lo que otros aún no han podido vislumbrar. En su visión de niño radica su pasión, en su determinación de adulto radica el esfuerzo, y entre ambas sincronizadas se erige el logro.
“Asombrarnos nos hace ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste. Y en este acto nos es dado el impulso de investigar el universo.” Platón.
2. Ausencia de prejuicios
Tan usual en los adultos, los prejuicios surgen precisamente como una forma de ahorrar tiempo y análisis. Todo proceso que se realiza valorativamente a priori de la realidad se convierte en un juicio que muchas veces sentencia más al juez que a la víctima.
El psicólogo Gordon Allport define a los prejuicios como “una actitud suspicaz u hostil hacia una persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de pertenecer a dicho grupo, y a la que, a partir de esta pertenencia, se le presumen las mismas cualidades negativas que se adscriben a todo el conjunto.”
Por el contrario, los más pequeños carecen de este tipo de artimaña psíquica, y actúan con mayor libertad y desenfado ante los individuos y situaciones, logrando por ende empatizar y comprender el entorno más cabalmente.
3. Imaginación y Creatividad
En la vorágine en que las corporaciones y las personas viven inmersas es de suma importancia poseer la habilidad para plantearse nuevas preguntas, crear ideas innovadoras y resquebrajar el status quo con escenarios diferentes.
Esta premisa constante aplica sobre todo para aquellos que pretenden comenzar un negocio, marca o tomar decisiones importantes en el ámbito laboral y personal, ya que sin la cuota necesaria de imaginación y pensamiento divergente se torna difícil encontrar el camino certero a seguir.
¿Quién no recuerda en su infancia haber encontrado respuestas y formas en los lugares más insospechados?
De la misma forma, un adulto puede verse favorecido y acrecentar su capacidad creativa dando vueltas su mundo convencional y comenzando a mirar a su alrededor de una manera más intuitiva y profunda.
4. Resiliencia
Suniya Luthar, profesora emérita de la Universidad de Columbia, define a la resiliencia como un proceso dinámico que tiene por resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad.
Los adultos sufren durante demasiado tiempo intentando adaptarse o negando una realidad desfavorable, mientras que los más pequeños tienden a superar de manera más efectiva y rápida las circunstancias negativas.
Un ser humano que posea esta capacidad podrá sortear obstáculos e impedimentos, entendiendo que los procesos negativos pueden ser más provechosos aún que una victoria temprana. Esta actitud determinará que, a largo plazo, se logren materializar los objetivos trazados y no se estanquen con nimias dificultades temporales.
5. Capacidad lúdica
Andrés Calamaro en su canción “Paloma” aborda de manera literal y gráfica el poder que tiene el juego dentro del mundo adulto. “Porque la vida es jugar, y yo quiero seguir jugando”.
Para un chico todo es juego, desde comer, levantarse, bañarse hasta hacer sus tareas de colegio. Conforme se van sucediendo los años, esta habilidad de encontrar la vuelta de tuerca divertida a cada evento se va apagando lentamente hasta llegar casi a no existir.
Desde hace varios años en el ámbito de la psicología empresarial ha tomado fuerza el concepto de gamificación o ludificación, que consiste en emplear diferentes procesos lúdicos y extrapolarlos al mundo de los negocios con el fin de conseguir mejores resultados, más concentración, motivación y contrarrestar los efectos negativos de las sobreexigencias laborales.
Permitirse el placer de jugar no solo abre puertas a nivel corporativo, sino que ayuda a expresar emociones reprimidas y depurar la mente de sentimientos nocivos, logrando de esta manera la estabilidad emocional que requiere todo emprendimiento.
6. Experimentación
Los niños, aún poseyendo un saber o conocimiento pre-científico, son capaces de observar, deducir, analizar y llegar a conclusiones válidas luego de poner bajo la lupa el objeto de su estudio, que bien podría ser un muñeco roto, un nivel de video juegos o darle efecto al patear una pelota.
Este proceso innato en el adulto se encuentra sesgado de preconceptos y creencias limitantes. En otras palabras, en el mundo adulto, la habilidad de experimentar y aprender del error se convierte en una fuente de frustración en lugar de dar iniciativa y movimiento a una idea.
7. Sentido de la amistad
El club, la plaza, la escuela o alguna casa cercana siempre fueron el centro de reunión donde chicos de todas las edades y etnias se entraban para compartir momentos, divertirse y generar vínculos fuertes que le permitieran crecer y desarrollarse como personas.
Luego, ya instalados en la adolescencia y pre adultez, los grupos estaban marcados por los compañeros de facultad donde entre mates y cafés se iban recapitulando apuntes, libros y temáticas.
Pero en el mundo de los negocios, esta premisa de unión y compañerismo muchas veces sólo ha quedado en un abstracto recuerdo de un pasado cercano que fue paulatinamente absorbido por el individualismo y las ansias de progreso a cualquier costo.
Es por ello que, como seres sociales que somos, necesitamos del otro. Nos nutrimos del otro, y por ende es menester de gran relevancia proyectar relaciones entre pares que tengan elementos en común con las que manteníamos en nuestra infancia: cooperativismo, risas, camaradería, solidaridad y diversión.
8. Sentido del humor
Para el filósofo Friedrich Nietzsche, “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Esta visión emparentada con la filosofía cínica coloca al humor como una especie de catarsis socrática, una depuración espiritual para afrontar de manera íntegra los aspectos más oscuros de la sociedad y del individuo mismo.
Reírse a carcajadas, hasta que duela la panza o se deformen los rasgos no debería ser una virtud sólo de la infancia sino que debería perdurar en todas las etapas de la vida.
Reírse con o sin motivo, buscar complicidad en el otro y no temerle al ridículo o al absurdo es, sin lugar a dudas, uno de los factores que más se debe fomentar.
La risa ayuda a superar depresiones, previene trastornos de ansiedad y acerca el contacto íntimo o cercano entre personas.
No en vano una de las mentes más revolucionarias y críticas del siglo XX como lo es Charles Chaplin desnudó de manera tan sutil y con fino humor los pormenores de una sociedad tan enferma como deseosa de curarse.
Después de todo, en palabras del artista “no hay día más perdido que aquel en el cual no se ha reído.”