Cómo la aplicación de tecnología en las ciudades puede posibilitar su crecimiento continuo y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Mucho más que una tendencia tecnológica, la aparición de las smart cities – o ciudades inteligentes – representa una “revolución histórica en la manera como se construyen y administran las ciudades”, según ha dicho Anthony Towsend en su libro “Smart Cities”. El factor de motivación en esta dirección es fuerte: el número de personas viviendo en las ciudades está creciendo, en promedio, 60 millones al año, y al mismo tiempo esas personas son cada vez más exigentes con relación a la calidad de vida ofrecida por los espacios urbanos. En esta ecuación, la tecnología tiene un rol esencial, porque va a permitir gran parte de la transformación.
El potencial económico y social de estas tecnologías es enorme. Estimaciones de McKinsey muestran que las aplicaciones de internet de las cosas en las ciudades probablemente permitirán ahorrar 1,7 billones de dólares al año en 2025. “Los principales beneficios serán capturados en el área de salud pública, que ahorrará alrededor de 700 mil millones de dólares al año dentro de diez años gracias al uso de tecnología. Otras áreas, como transportes, gestión de recursos y seguridad, también tendrán un fuerte impacto de la tecnología a lo largo de la próxima década”, comentó Riccardo Modica country manager de Logicalis Colombia.
Las ciudades inteligentes se vuelven posibles a través de la concretización de la alardeada internet de las cosas (IoT). Llevadas al entorno urbano, las tecnologías que componen internet de las cosas le brindan inteligencia a procesos existentes o crean nuevas maneras de realizar antiguas tareas, y así aparecen las ciudades inteligentes.
Una serie de tecnologías “invisibles” deben ser implementadas en las ciudades para que se vuelvan realmente inteligentes. Pike Research prevé́ que el mercado global de soluciones para Smart Cities, sumado a los servicios para su implementación, moverá́ 408 mil millones de dólares hasta el 2020, y habrá́ impacto sobre otros segmentos (como los de ingeniería e infraestructura física y lógica) que moverán otros cientos de miles de millones de dólares en ese período. El sector de transporte será́ uno de los principales beneficiados con la posibilidad de adopción de semáforos inteligentes.
La arquitectura de una smart city pasa por la construcción de una infraestructura de redes sólida y con alta presencia, basada en estándares tecnológicos que le permita crecer de manera segura, y que, al mismo tiempo, garantice que las inversiones se conserven a lo largo del tiempo. Una infraestructura de red única, convergente, que soporte todos los servicios de que dependen las ciudades, con alto nivel de seguridad y disponibilidad y que, en su construcción, considere no solo el costo, sino la calidad y a esta red deben estar integrados los millones de sensores esparcidos por las ciudades para los más variados fines. Instrumentos capaces de recopilar datos climáticos y de tráfico, información sobre distribución de electricidad, gas y agua, imágenes en tiempo real, en fin, toda una variedad de información capaz de reproducir digitalmente toda la pulsación de la ciudad en cada una de sus actividades.
“Finalmente, se hace necesaria una gran inversión en capacidad de procesamiento, almacenamiento y soluciones analíticas, o sea, en la “inteligencia” de este ecosistema. Las soluciones de big data analytics, capaces de procesar los petabytes de datos recopilados y de extraer información útil, son el cerebro de las ciudades del futuro. Se deben agregar reglas de negocios y aplicaciones que permitan que toda esa tecnología llegue a los usuarios finales y efectivamente impacte la rutina diaria de los ciudadanos”, puntualiza Modica.
Como resultado, las aplicaciones de la tecnología en favor de la vida urbana son infinitas, pero hay algunos casos de uso que ya se están consolidando como fundamentales cuando se piensa en una ciudad inteligente. El sector de los transportes será́ uno de los principales beneficiados con la posibilidad de adopción de semáforos inteligentes (que adaptan el tiempo de apertura según el volumen de vehículos en los dos sentidos), al igual que la gestión del transporte público, que puede ganar eficiencia y mejorar la calidad de la atención al usuario con paradas de ómnibus informativas, rutas inteligentes (según el tráfico, por ejemplo) etc. La posibilidad de la existencia de coches autónomos dentro de algunos años abre espacio a la creación de más aplicaciones que podrán mejorar el tráfico en las ciudades.
La gestión de los recursos naturales y la conservación urbana también pueden beneficiarse de la tecnología. Sensores en las redes de distribución de agua y electricidad contribuyen para reducir pérdidas y fraudes, y también permiten la creación de nuevos modelos de negocios para los servicios públicos. Más eficiencia en la recolección de basura y en la limpieza de alcantarillas – gracias a sensores de olor y volumen –, a su vez, generan un ahorro significativo para el erario público, además de agregarle inteligencia a la iluminación pública. Estudios de Cisco prevén que nuevas tecnologías de iluminación pública pueden llegar a ahorrar 10 mil millones de dólares al año. Además, la iluminación inteligente en los entornos públicos de las ciudades se puede usar también como herramienta a favor de la seguridad pública, en soluciones combinadas con cámaras de seguridad que ayudan a prevenir delitos.
¿A quién no le gustaría vivir en una ciudad sin embotellamientos? ¿A quién no le gustaría vivir en un barrio con recolección de basura eficiente y sostenible? ¿Qué ciudadano no se dedicaría a ayudar a una ciudad que lo escucha? Así́ es, a todos nos gustaría vivir en una ciudad inteligente.