El próximo 5 de junio se celebra una de las fechas más importantes de la ONU: el “Día mundial del medio ambiente”. Este año se conmemoran los 50 años desde la primera reunión internacional para conversar acerca del tema, y ahora se hace más relevante considerar algunos planteamientos que es necesario seguir reforzando desde el sector empresarial.
Asegurar los compromisos de los países en relación con la sostenibilidad y, especialmente, en materia de descarbonización, debe formar parte de los principales objetivos de las compañías. Y aunque Colombia no sea uno de los países que más contribuye al cambio climático, sí es uno de los más vulnerables.
En la cumbre del clima COP26, en Glasgow (Escocia), a fines de 2021, nuestro Gobierno presentó la “Estrategia Colombia Carbono Neutral” (ECCN), un plan a largo plazo que busca reducir en un 51 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para 2030 y alcanzar la carbono neutralidad para 2050.
Como parte de la ECCN se desarrolló el “Programa Nacional de Carbono Neutralidad”, que insta a las organizaciones que operen en el territorio nacional a contribuir a las metas de descarbonización del país. Casi 600 empresas se han comprometido a reducir su huella de carbono a través del programa, aunque el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible espera contar, a julio de este año, con mil compañías inscritas, lo que representa una oportunidad de negocios importante.
“Elegir cuál será el primer paso para disminuir la huella de carbono de una organización sigue siendo desafiante. Factores como dónde y cuánto invertir, qué adaptar y qué cambios son más importantes tienden a convertirse en obstáculos para las empresas que quieren ser más sostenibles” afirma Rafael Segrera, presidente de Schneider Electric para América del Sur.
Por eso, es fundamental entender cómo se estructura el proceso de reducción gradual de las emisiones de GEI y los niveles que se alcanzan, con especial atención en los conceptos de carbono neutro y cero neto.
A primera vista, las definiciones suenan similares, pero sus resultados para el medio ambiente y el nivel de liderazgo son bastante diferentes. Entonces, ¿cuál de estas opciones tiene más sentido y, sobre todo, cuál es más viable para que cada empresa empiece a invertir?
Partiendo de la definición de carbono neutral, las compañías que apuestan por este tema necesitan desarrollar proyectos efectivos para reducir sus emisiones de carbono y asegurar que las emisiones residuales sean compensadas mediante un volumen equivalente de remoción de estos gases de la atmósfera.
Eso se conoce en el mercado como “compensaciones de carbono”, que se pueden realizar a través de la adquisición de créditos de carbono de soluciones basadas en la naturaleza, como la reforestación, o soluciones técnicas que lleven a la eliminación física de los GEI.
Pasar a cero netos, por otro lado, significa que habrá una eliminación total de las emisiones de carbono, ya sea directa o indirectamente, lo que involucra los gases generados por toda la cadena de valor, incluidos los proveedores y los clientes.
Al comprender las principales diferencias entre carbono neutral y cero neto se vuelve más claro para las empresas que los objetivos son excluyentes y alcanzables en el tiempo. Esto ayuda a perder el miedo a invertir, priorizar la acción y romper la inercia necesaria para desencadenar el proceso de cambio.
“Alcanzar el nivel cero neto, por ejemplo, es más complejo para aquellos que están comenzando a estructurar sus indicadores ESG. En cambio, para quienes están más avanzados en el tema, la idea se vuelve tangible y menos difícil de implementar”, concluye Segrera.
Otro punto importante será adoptar soluciones con propuestas sostenibles que puedan gestionar el uso de los recursos naturales de la mejor manera posible. La combinación de la digitalización con una serie de tecnologías existentes agiliza el proceso. No bastará solo con implementar un exitoso resultado, sino que deberá haber constancia, efectuar monitoreo y adaptar toda la cadena de valor.