El conflicto entre Rusia y Ucrania ha tenido repercusiones en el mundo entero en términos de economía, insumos alimenticios, combustibles y energía. Este último ha sido uno de los aspectos más importantes de la coyuntura y ha dejado muchas consecuencias.
Tan solo en la Unión Europea (UE), la inflación interanual llegó a un récord histórico de 8,6 por ciento en junio, siendo determinante la escalada en el precio de la energía a escala global.
En Latinoamérica, las estimaciones privadas prevén una tasa de inflación promedio que podría superar la barrera del 12 por ciento para toda la región a fines de 2022.
Acerca de esto, Manuel Fernandes, socio líder de energía y recursos naturales de KPMG en América Latina, discutió algunos puntos para tener en cuenta.
De acuerdo con el ejecutivo, es necesario recordar que este conflicto contribuyó a acelerar el alza de los precios de la energía en los mercados internacionales, que ya sufrían de cierta inestabilidad y tensión, producto de la crisis sanitaria y sus efectos sobre las cadenas de suministro y la actividad económica global.
Las consecuencias de los altos precios en los insumos causan un aumento (casi proporcional) a los precios internos que debe afrontar el consumidor (inflación). Este fenómeno, que comúnmente impacta de lleno en el poder adquisitivo doméstico de los países pobres y emergentes, ha comenzado a desbordarse en los últimos meses como una consecuencia más del conflicto armado hacia las economías del mundo desarrollado, dejándolas perplejas frente a un escenario que hasta aquí desconocían.
Fernandes explica que “hoy, más que nunca, se necesita de un sector energético desarrollado, sustentable y enfocado en fuentes limpias, aspectos donde la región tiene una clara ventaja comparativa y competitiva en la transición energética basada en energías renovables. Tal vez así, la región pueda finalmente minimizar los efectos que la coyuntura internacional y la volatilidad de los precios de las materias primas producen, periódicamente, sobre sus economías”.
En Argentina y Venezuela llegaron a tasas interanuales del 64 y el 170 por ciento, respectivamente, en junio. También Chile, Colombia, Brasil, Perú, Paraguay y Uruguay, durante el mismo mes, vieron disparar sus tasas interanuales de inflación a valores de entre el 8 y el 12 por ciento, lo que trajo consigo una depreciación de los recursos necesarios para continuar con el volumen y la rapidez de la producción de alimentos y combustibles.
El caso de Colombia no es ajeno a los impactos en precios, con una inflación que ha tenido las tasas más altas de los últimos veinte años.
En opinión de Javier Quintana, líder de KPMG del sector ENR en Colombia, “esta situación pone de manifiesto la necesidad de alentar el proceso acelerado de transición energética y continuar la transformación de la matriz energética del país hacia fuentes más renovables”.
Sin embargo, gracias a la aceleración de los precios internacionales, los precios internos continuarán su senda de crecimiento en los próximos meses, alcanzando niveles medios récord en toda Latinoamérica, lo que seguramente agregará presión a las metas fiscales, monetarias y económicas de muchos de los países de la región en un entorno de alta incertidumbre.
Salvo algunas excepciones, Latinoamérica aún no ha podido generar avances significativos en el desarrollo de los sectores de mayor valor agregado, lo que hace difícil desvincular su producción y exportaciones de esta dependencia.