Colaboración por Daniel España
Lo único que ha evolucionado más rápido y de manera más incontenible que el virus mismo ha sido la importancia que ha tenido en la opinión pública: datos de Google News muestran que el COVID-19 alcanza más de 1,1 mil millones de menciones (1,1 billions) en periodos iguales a los que el SARS llega a 56,2 millones, el SIDA a 40 millones o el Ébola a 11,1 millones.
(Aunque no tengo los números, muero de la curiosidad por saber cuántos tapabocas, botellitas de alcohol y jabones antibacteriales se han vendido en las últimas semanas, de personas que incluso antes de que el virus llegara al país ya estaban contagiados por la mera posibilidad).
Y en este proceso se ha vuelto a caracterizar el poderoso rol de los medios, los rumores, la desinformación o la confusión que nace del exceso de ella, donde incluso redacciones de alta responsabilidad como El Espectador, han tenido que desmentir a colegas quizás menos rigurosos como Las2Orillas (https://n9.cl/n7w0y), en el que algunos medios hablan de años y otros de meses para la cura, o en el que apuestas alternativas como Actualidad Panamericana hacen delicias desde las posibilidades que dejan una de las mayores conversaciones de opinión de la historia de la humanidad.
No diría lo contrario: es riesgoso y hay que tener cuidado con los contagios, pero mientras al 9 de marzo de 2020 el coronavirus cobraba la vida de 56 personas por día, la tuberculosis lo hacía para 3.014 personas, la Hepatitis B se llevaba 2.430 o el ya mencionado SIDA a 2.110 pacientes (Datos del Centro de Control para Enfermedades – The Lancet). Entonces impresiona y cuestiona el que los más de 8.500 niños que a diario mueren por desnutrición (datos de Acnur), no tengan la misma atención internacional de esta “pandemia”.
Deja la duda entonces de hasta dónde esta enfermedad, que en la mayoría de casos genera infecciones leves (estudio de 44.000 casos en China), está desbordada por la sobreexposición del coronavirus, que le otorgó estatus de celebridad, lo hizo sticker de WhatsApp, ícono, tema de conversación, tendencia diaria en Twitter y lo tienen cancelando eventos, cerrando ciudades e impactando las principales economías del mundo.
Hay un riesgo real durante el pico de contagio respecto a la capacidad hospitalaria instalada de responder al desafío de atención, y ahí la prevención y el cuidado son fundamentales. Sin embargo, la administración de los mensajes a la población integra una responsabilidad muy grande en las autoridades, los médicos y los medios de saber informar, mantener el equilibrio, gestionar bien las fuentes y dar actualizaciones sin generar pánico, porque entonces el miedo puede ser peor que la enfermedad, y el impacto de un país paralizado puede generar más violencia, muertes y desempleo del que hubiera podido tener el Covid-19 liberado a sus anchas.
En todo caso lo peor de la enfermedad está por venir (al menos para Colombia), así que, basado en la evidencia y experiencia internacional, ojalá lo mejor de los medios, los influenciadores y los voceros líderes de la sociedad colombiana, estén a la altura, en tanto puede ser más riesgosa la percepción que la enfermedad en sí misma.