¿Cuál es el límite a la hora de buscar reconocimiento en los medios sociales de la Web? Repasamos una serie de malos pasos en Facebook y Twitter: desde usuarios que perdieron su trabajo por culpa de un post tristemente célebre, hasta inevitables “linchamientos” en la red por publicar imágenes políticamente incorrectas.
Es cierto que la lógica de las redes sociales que hoy triunfan en la Web, con Facebook y Twitter a la cabeza, han abandonado la pura impersonalidad propia de otros espacios 2.0, como las salas de chat, ahora en declive. Vale notar que una gran parte de los usuarios de aquellas plataformas digitales, principalmente los de Facebook, se muestran ante el mundo y generan interacciones haciendo uso de su verdadera identidad. ¡Chau nicknames! No obstante, las redes sociales siguen propiciando cierta cuota de anonimato e impersonalidad, una condición que en ocasiones puede resultar beneficiosa (por ejemplo, animar a personas tímidas a dar el primer paso en una conquista amorosa), y que en otros contextos puede conducir a muy indeseadas consecuencias.
Hablamos de usuarios que no han sabido vislumbrar los evidentes lazos entre la esfera digital y la que está por fuera de lo virtual, aquellos que no comprenden que las redes sociales, paradigma de la interacción en la nueva era, son una extensión de nuestras conductas, un reflejo de nuestras personalidades y, enfocando el prisma en el ámbito profesional, un currículo público asiduamente consultado por la contraparte.
En este orden, un informe a cargo del portal InfoJobs arrojó los siguientes datos de sumo interés: seis de cada diez empresas consulta el perfil digital de los candidatos a un puesto de trabajo, y una de cada tres afirma haber descartado a un postulante a causa de alguna publicación en redes sociales, principalmente en Facebook. “Internet se ha convertido en una herramienta fundamental para las empresas. Permite conocer quién está detrás de un nombre. Aporta transparencia. Los candidatos tienen que ser conscientes y darse cuenta de que las empresas pueden buscar qué hacen y quiénes son, por lo que tienen que cuidar su imagen digital”, explica el mencionado informe.
Los casos no son pocos. Uno de los más recientes es el de Kristen Lindsey, una médica veterinaria residente en Texas, Estados Unidos, que publicó en Facebook una imagen que derivó en la pérdida de su trabajo. Lindsey colgó en la red social más popular de Internet una imagen que mostraba a un gato supuestamente muerto, agregando la siguiente frase: “Mi primera víctima con la flecha. ¡El único gato salvaje que se ve bien es el que tiene una flecha en su cabeza! El premio a la veterinaria del año… aceptado con gusto”. La polémica publicación pronto fue borrada de cuajo, aunque esta mujer fue despedida de su puesto. La clínica en la que trabajaba debió salir al ruedo para distanciarse del desatino de su ex empleada, que incluso podría enfrentar cargos en los estrados judiciales. Así lo contaba el sitio Terra.
Más: en la última edición del Super Bowl, uno de los eventos deportivos más relevantes en Estados Unidos, un hombre perdió su trabajo soñado (participar como asistente) por violar el contrato de confidencialidad que había firmado: subió una foto en Facebook presumiendo su credencial. Una profesora tuvo que dejar su puesto en una escuela por haber publicado en la red imágenes que la mostraban bebiendo alcohol. Incluso las acciones digitales “más pequeñas” tienen sus consecuencias: según había informado Daily Mail en 2009, una joven fue despedida por decir en Facebook que su trabajo era aburrido.
También los gorjeos del pájaro azul pueden terminar mal. Justine Sacco tenía menos de doscientos seguidores en Twitter; teniendo en cuenta el caudal de usuarios de aquella red, se trata de un número bastante bajo. No obstante, su humillación tuitera fue de grandísima dimensión. Sacco viajaba hacia Sudáfrica y, en una escala en Londres, publicó el siguiente tuit: “Voy a África. Espero no contagiarme sida. Es broma. Soy blanca”. Cuando aterrizó en Ciudad del Cabo, eran cientos y miles los mensajes de desaprobación. Para su desgracia y para su escarnio, el mensaje se había convertido en trending topic a nivel mundial. Un hashtag hacía furor en Twitter: #yaaterrizójustine? Cuando la mujer piso el aeropuerto, fue fotografiada y escrachada ante el mundo. Un libro del periodista Jon Ronson cuenta en detalle el mal paso tuitero de Sacco y afirma que la vida de esta mujer se convirtió en un calvario, por culpa de un tuit.
El caso de Alicia Ann Lynch también es particular. Esta joven de 22 años publicó en Twitter una imagen que, en primera instancia, no generaría ninguna consecuencia indeseada. Allí se la veía disfrazada para una fiesta de Halloween, artificialmente ensangrentada y vestida con indumentaria deportiva. Ahora bien, agregó el siguiente título para la fotografía: “Víctima de la maratón de Boston”. Alicia estaba haciendo referencia al hecho tristemente célebre que tuvo lugar en aquella ciudad en el año 2013, donde murieron tres personas y hubo casi trescientos heridos.
Esta publicación en la red de microblogging pronto fue ganando viralidad, difusión que mutó en una suerte de linchamiento virtual. Lynch fue blanco de innumerables críticas y las consecuencias no encontraron límite en la arena digital: la joven debió recluirse en su casa para no ser vapuleada en las calles, y días más tarde su jefe la despidió. “¿Qué hubiera pasado con Alicia Ann Lynch si hubiera hecho la misma broma, con la misma foto, en 1970, antes de la red? La foto la habrían visto solo sus amigos y su jefe difícilmente la hubiera despedido por esa broma de mal gusto pero de alcance exclusivamente doméstico. El caso es interesante porque evidencia cómo las redes sociales magnifican episodios que, sin esa difusión masiva, hubieran sido mucho menos importantes”, señala en su repaso El País.
La publicación española traza un interesante paralelismo con un hecho que tuvo lugar en la década del 30, cuando faltaban más de setenta años para que Facebook dibuje sus primeros pasos. El País recuerda una ocasión en la cual el célebre artista Salvador Dalí y su musa, Gala, concurrieron a una fiesta en Nueva York caracterizados con disfraces que remitían a la imagen de un bebé que había sido secuestrado y asesinado, hijo de un piloto también célebre. Si bien la prensa se escandalizó, este hecho no opacó la vida de Dalí ni mucho menos. De hecho, salvedades aparte, no son muchos lo que conocen esta anécdota. ¿Qué hubiera ocurrido en los tiempos de las social media? El País arriesga una posible escena: “Dalí probablemente se hubiera quedado sin galeristas, hubiera sufrido un gravoso boicoteo y habría tenido que maniobrar para que no se hundiera su carrera”.
Fuente: DonWebA modo de conclusión, la mayoría de nosotros estará de acuerdo al señalar los mensajes de Sacco, Lynch y Lindsey como desagradables, racistas, poco oportunos, y más desaprobaciones. Ahora bien, el análisis no puede dejar de lado un examen sobre el modo en el cual Internet en general y las redes sociales en particular, influyen en nuestra reputación. De hecho, la denominada “reputación online” ya no es un hecho novedoso y todo aquel que participe en los espacios sociales de la Web debe estar al tanto que, incluso aquello que se dice en baja voz, puede llegar al otro lado del mundo.