El día llegó. Sería injusto pasar por alto la pandemia, y decir que no tiene nada que ver con esto. La pandemia nos aceleró. Nos obligó a repensar y rediseñar nuestras vidas con unas nuevas reglas.
En ese momento fue cuando le empezamos a exigir a la tecnología adaptarse y no le quedó otra que hacerlo. Hicimos el cambio de vida tan rápido que pasamos a las máquinas y estas tuvieron que seguirnos, ver qué necesitábamos, estudiar, trabajar y desarrollar innovaciones en un tiempo récord, como fue el caso de las criptomonedas, el blockchain, el e-commerce, los sistemas de comunicación y las reuniones virtuales.
El gaming es una hermosa tregua y un lindo ejemplo de cómo la tecnología quiere amigarse con los seres humanos y entendernos un poco más. Muchas herramientas están potenciadas por el juego, porque así la experiencia es más efectiva y nos toca fibras neurológicas que hacen que los procesos sean más amigables.
La vida y los juegos, lo real y lo virtual empiezan a fusionarse. Y no estamos hablando de la NASA. Un caso de “gamificar” la vida lo podemos ver en las aplicaciones que usamos con navegadores satelitales con nuevos personajes para individualizar el contenido. Algunos sistemas médicos usan la realidad virtual con niños al momento de vacunarse o hacer algún estudio de salud, permitiendo una experiencia más llevadera y, por ende, menos traumática. Mientras el niño vuela de la mano de Superman, los médicos realizan estudios muy tediosos.
Las máquinas entendieron que el valor del ser humano es gigante. Es por esto por lo que todas las empresas están desarrollando departamentos de recursos humanos cada vez más innovadores en sus formas y contenidos. Son las nuevas estrellas de rock de las empresas.
El ser humano en el centro de todo. Las máquinas no vienen a reemplazarnos. Vienen a potenciarnos, a ponernos en un lugar en donde el ser humano pueda desplegar su magia infinita.