Nada mejor para llegar al cliente de forma directa que las redes sociales. Pues no, hay algo mejor, y es que quien comande esas redes sea una persona capaz de influir sobre un grupo social importante. Así nace un nuevo personaje publicitario que, apoyado en una vieja teoría del márketing tradicional, se redefine para sacarle brillo al comercio virtual.
Las antiguas publicidades mostraban a una diva de las radionovelas paseándose con su crema de manos y sonriendo a una cámara fotográfica que retrataría la felicidad que esa mujer podía sentir luego de untarse la crema en cuestión. La pauta publicitaria de esa pieza era, claramente la crema, sin embargo se apoyaba en un personaje reconocido, del cual muchas mujeres querrían tener la piel igualmente tersa y suave. También habían mujeres no tan conocidas, pero con una piel envidiable que igualmente podían posar para la foto y ser la cara de la marca.
Así funcionaba la composición de una pieza publicitaria que se propone el lanzamiento de un producto, la instalación de una marca o la difusión de las bondades de, en este caso, una crema. El tiempo hizo que toda esa labor de composición se tuviera que generar de forma más rápida, y hasta que se sacara de las oficinas de producción la preocupación por cómo generar un contenido publicitario adecuado.
Hoy, la misma marca de crema envía a una influencers sus productos para que la misma se tome una selfie probándolos y postee en sus redes sociales -con todos los arrobas y hashtags necesarios- mostrando lo felíz que está por usar ese producto. La marca ni siquiera debe preocuparse por llevar lectores (o seguidores) a la cuenta del personaje en cuestión, simplemente es al revés, la influencers puede manejar estos discursos frente a miles o millones de seguidores, generando un impacto mucho mayor que el de una pieza publicitaria gráfica.
Así las cosas, no es necesario darle los productos a prueba a una modelo conocida ya que en la actualidad una simple ama de casa, una adolescente bien suelta o un jovencito con onda, puede hacer un video de pocos segundos o tomar una foto de los productos tirados espontáneamente en la mesa de luz, colgarlo en las redes y voalá, ¡hecha la magia!
Números online
El comercio electrónico es un segmento en constante crecimiento, cada vez más gente se anima a comprar de manera online y cada vez más personas buscan referencias en la web antes de comprar cualquier producto en un local. Por esta razón, lograr el mote de influencers no es lo mismo que tener una buena reputación como periodista, ser una modelo destacada por sus trabajos o ser un profesional calificado para dar una opinión.
En el mundo online, el que logra influir con su discurso lo hace bordeando la delgada frontera entre un posteo de una persona común y corriente, con el de una celebrity.
Según una investigación del diario La Nación, una bloguera argentina denominada influencers puede cerrar un contrato de 25 mil pesos por una campaña que incluye contenido en diez blogs más las réplicas en redes sociales. Aunque, Women’s Wear Daily advirtió que la influencers más destacada del mundo, la bloguera Chiara Ferragni, llegó a firmar un contrato por medio millón de euros con la compañía cosmética Laura Mercier.
Cuando hablamos de Ferragni debemos decir que se trata de una jovencita de 27 años cuyo blog tiene 120 mil visitas diarias que le valen ingresos por unos 8 millones de dólares por año. Si tenés ganas de seguirla, su blog es The Blonde Salad.
Le siguen en el rating de pesos pesados, Aimee Song, una diseñadora de interiores que cuenta con más de 2 millones de seguidores en Instagram y unos 38 mil suscriptos en su canal de YouTube. Wendy Nguyem, dedicada al lookbook, logra más de 70 mil seguidores en Pinterest.
Para Luis Soldevila, CEO de BrandManic, se pueden visualizar al menos tres razones que provocaron la ruptura del modelo tradicional y lo han movido hacia el fenómeno de los influencers: “El declive de la publicidad tradicional, el ascenso de los adblockers y el reinado absoluto de las redes sociales. Según IAB, el 85% de los internautas sigue a algún influencer en redes sociales y el 65% reconoce que sus opiniones influyen en las decisiones de compra que toman.
Tienen poder de convocatoria, mueven masas y son escuchados. ¿Por qué? Porque son personas normales con vidas normales que un día decidieron hacer algo que todos podríamos (y podemos) hacer: subir un vídeo, una foto o un mensaje a una red social. No hay apellidos, enchufes, agentes o cazatalentos, aunque sí talento, trabajo duro, perseverancia y una enorme capacidad para analizar los resultados que provoque cada movimiento para tomar decisiones acertadas.”
Incluso, “En el influencer marketing el tamaño no importa. A veces un microinfluencer puede hacer más por tu marca que el famoso de turno que, además, puede acabar con todo tu presupuesto por un solo tuit”, argumenta Soldevila.
Sin embargo, no todo es tan de rosa para los influencers. Aquellas personas que, por la razón que fuere, lograron ser seguidos por miles y millones de usuarios pueden llegar a tener un límite en sus acciones. Es que para la ley estadounidense, más concretamente para la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, la publicidad impuesta por influencers no es ni más ni menos que un delito debido a que se trata de una publicidad encubierta en redes sociales. Recientemente indicaron que, al menos en aquel país, los influencers deberán agregar a sus posteos los hashtags #ad o #sponsored para librarse de una demanda.