Tantas veces imaginando mi vida a su lado, tantas veces observándolo y en silencio pedir pasar el resto de mis días con él, tantas ilusiones y esperanzas se veían opacadas por los morados, y sí, ¡duelen!, pero no tanto como me dolía el corazón.
Rabia, dolor y reproches conmigo misma por permitirme llegar a este punto son lo único que veo al mirarme en el espejo, ¿como paso? me pregunto una y otra vez sin aun entenderlo, pero en el fondo lo sabia…. lo supe desde el primer momento en el que elevó su mano hacia mi rostro en aquella discusión pero se detuvo en el ultimo momento, sabía que ésto tarde o temprano pasaría, lo supe cuando comenzó a gritarme y a exasperarse con todo…¿en que momento el hombre de mi vida se convirtió en ésto?
Tantas veces que orgullosa dije: “yo no voy a permitir nunca que un hombre me levante la mano”, tantas veces que reproché como aquellas mujeres victimas de violencia física por sus propias parejas, tenían la osadía de seguir al lado de aquellos “hombres” si es que se les puede llamar así…. y ahora yo estoy aquí, siendo una más en la lista.
Por supuesto nuestra relación no era perfecta, teníamos discusiones como todas las parejas, pero el panorama empezó a pintarse gris cuando las discusiones eran el pan de cada día entre los dos, cuando le dejó de gustar como me vestía, como hablaba, como pensaba. Sin saberlo empece a sentir que hiciera lo que hiciera nunca iba a poder complacerlo, jamas estaría a gusto con mi forma de ser, pero yo en verdad me quería esforzar, yo de verdad sentía que lo amaba. que equivocada estaba entonces; me estaba empezando a deber eso de ser fiel a uno mismo y me estaba haciendo falta otro tanto de amor propio.
Tiempo después que empezaron los gritos, malas palabras y una dosis muy bien disimulada de violencia emocional, siguió con uno que otro empujón, recuerdo alguna vez como me arrincono contra una pared y pego un puño en ella a solo centímetros de mi cara, pienso en eso y vuelvo a sentirme como un corderito asustado que esta apunto de ser cazado por una fiera, permití una y otra vez que situaciones así se repitieran. Aveces logro sentir sus manos en mi cuello y sus ojos mirándome con odio, como aquella noche que me dejó las primeras marcas en mi piel, recuerdo aun el dolor en mi cuello que tardo un par de días en desaparecer y las marcas que con maquillaje tuve que esconder, tantas veces imaginando mi vida a su lado, tantas veces observándolo y en silencio pedir pasar el resto de mis días con él, tantas ilusiones y esperanzas se vieron opacadas por los morados, y sí, ¡duelen!, pero no tanto como me dolía el corazón, aun así me preguntaba: qué puedo hacer yo para que no se moleste conmigo… que increíble ser consciente ahora de lo que permití que me hiciera.
Más increíble fue cuando al comentarlo con una persona que era casi como mi madre, la primer persona a la que fui capaz de contarle lo que estaba pasando, recibí el consejo: “no hagas que se moleste contigo, de seguro estas exagerando un poco”, y por consejos como ese y sumándole la falta de autoestima de mi parte en aquel entonces, seguí con él. Fué solo cuando por cosas de la vida, tuve la oportunidad de conocer una persona que me pregunto si alguna vez había sido víctima de violencia, pregunta a la que sin pensarlo respondí que no; ella entonces me miro fijamente y dijo: … no tienen que pegarte un puño para que te estén agrediendo, hay muchas formas de violencia.
Y entonces lo acepte, no a ella claramente, aún no estaba preparada para exteriorizar el asunto, pero lo acepté en mi interior, sentí rabia conmigo misma, se aumento la tristeza que ya me acompañaba en los últimos meses, pero en el fondo sentía que respiraba más tranquila, eso era lo que me faltaba, aceptar mi situación, ahora venía lo más duro, tomar la decisión más adecuada que claramente era dejarlo, me prepare dos semanas más para eso, aun era difícil entender que lo que había idealizado ya no existiría, de hecho había dejado de existir hacia mucho, y justo cuando logré reunir mi fuerza interna, esa que por tanto tiempo se había adormecido bajo el dominio del dichoso personaje, llegó la última discusión, la más dura de todas las que ya habíamos tenido porque claramente él ya sentía que algo me estaba pasando.
Discutimos como nunca antes, le grite y le reproche lo que me había hecho y hasta el punto al que me había llevado, y fué cuando su golpe llegó, un solo puño le basto para dejarme en el suelo, y en solo cuestión de segundos mi mente repaso todos y cada uno de los momentos buenos y malos que pasé con él, supe entonces que ya no lo podía amar más. supe que había acabado todo justo en ese instante. Entre lagrimas logré ver sus pies a mi lado vacilando tal vez si seguir o no con lo que ya había comenzado, pero se detuvo, como pude me levante y lo mire fijamente, y con voz entrecortada solo pude pronunciar una frase: “ésto el lo ultimo que me vas a hacer”.
Ésa fue la ultima vez que me tocó, ése fue el ultimo día que perteneció a mi vida, tengo que decir que fui afortunada porque no logro llegar a más, hoy veo las noticias y no hay día en que no me entere de como una gran cantidad de mujeres son golpeadas por sus parejas sin piedad alguna, una y otra vez hasta dejarlas irreconocibles, como otro centenar más son asesinadas. Hoy sólo quiero decirles a esas mujeres que sé el dolor tan grande que sienten, porque cuando los golpes vienen de alguien a quien amas no solo duelen en el rostro y cuerpo, duelen en lo mas profundo del corazón, y sanar esas heridas requiere tiempo pero sobre todo valentía de parte de ustedes, esas heridas tardan más en sanar que las físicas.
Piensen en sus hijos, si tienen, piensen en ustedes mismas y atrévanse a denunciar, yo nunca lo hice, y me arrepiento, construyan un mundo lleno de amor ustedes mismas, porque solo cuando nos amamos a nosotras es que empezamos a depurar de nuestras vidas todo aquello que no nos sirve, que no nos aporta, no convirtamos en algo cotidiano actos como estos, no permitamos un solo golpe más, una sola mala palabra o un solo acto que impida nuestra realización y libertad como mujeres y seres humanos.
Por Natalia Enciso Robles